Posteado por: vilares | 7 junio 2010

Los Viejos Celtics

Era el año 1969. Los grandes Boston Celtics de Bill Russell estaban dando sus últimos coletazos, después de haber ganado 10 campeonatos en 12 temporadas. En aquella temporada sólo consiguieron 48 victorias, seis menos que en el ’68. Ya no estaba Red Auberbach (Russell actuaba como jugador-entrenador), pero, de una forma u otra, los Celtics consiguieron eliminar a Sixers y Knicks para llegar a la final de la NBA. Allí les esperaban Los Angeles Lakers, que habían sido derrotados seis veces por Boston en la final durante aquel ciclo. Los Lakers contaban con Jerry West, Wilt Chamberlain y Elgin Baylor, un trío formidable, y, por primera vez, con el factor cancha a favor. La serie llegó al séptimo partido en el Fórum de Inglewood. En el vestuario le preguntaron a Bill Russell sobre cómo afrontarían un séptimo partido en cancha ajena:

We’ve done it before.


Los Boston Celtics ganaron aquel título con una canasta milagrosa de Don Nelson. Hoy, los Boston Celtics le han robado el factor cancha a Los Angeles Lakers en la final de 2010. En realidad no es más que un 1-1 que deja la serie muy abierta; los Celtics le tendrían que ganar cuatro partidos consecutivos a sus archirrivales para que el trofeo no se decidiese en California. Pero es también un 1-1 que ha dejado el Staples Center como un auténtico funeral, tanto en la grada como en la cancha y los vestuarios. No había más que mirarle la expresión a cualquier Laker para leer un clarísimo «nos lo han vuelto a hacer». Ahora no sólo van a jugar esta final, sino que van a jugar con la de 2008.

El factor emocional en estas series no estaba decantado de forma clara al inicio. El hecho de que se enfrentasen los dos últimos campeones eliminaba las necesidades de anillo, que suelen ser el aspecto más dramático cuando llegan las finales, y dejaba un duelo limpio, con más cosas que ganar de las que se podían perder. Los Lakers llegaban como favoritos pero siendo el equipo más joven y con más probabilidad aparente de volver a luchar por el título; los Celtics llegaban de tapados, sin exigencias, pero ante la certeza de que sus figuras van envejeciendo sensiblemente. Esto motiva que la victoria céltica en Los Angeles fuera mucho más dañina para el perdedor que la situación contraria.

El conjunto de Doc Rivers realizó una primera parte excelente. Establecieron un plan de juego claro y lo siguieron a rajatabla: centrar la defensa en el juego interior Laker y dejar más espacios a los exteriores; darle más importancia a Rajon Rondo en ataque, tanto contra Bryant como contra Fisher; dominio del rebote defensivo; correr sin disímulo pero con cabeza; y explotar a Ray Allen, también fuera defendido por quien fuera. Aunque no todos los puntos salieron del todo bien, los Celtics hicieron mucho énfasis en ellos. Y, para compensar los que habían salido mal, Ray Allen ejecutó una primera parte sencillamente histórica: anotó sus primeros siete lanzamientos triples para un total de 27 puntos en los primeros 24 minutos. Un ejercicio estilístico lleno de baloncesto, tan estético como efectivo. Era otra vez Jesus.

Kobe, con problemas de faltas -así como toda la batería interior verde-, mantuvo vivo el partido para la segunda parte. En ella suprimieron las ventajas de Boston (llegaron a tener 14 puntos) con concentración y volviendo a cargar el juego hacia el interior, donde un pletórico Gasol y un muy buen Bynum recargaban los problemas de faltas de Garnett, Perkins, Davis y Wallace. No fue suficiente para romper y echar a los Celtics del partido, aun así, y Rajon Rondo, ante las malas actuaciones de Pierce y Garnett, tomó el control en el cuarto final. Bryant -le pitaron la quinta falta a diez minutos del final- decidió y jugó espantosamente mal, más o menos como Ron Artest (9/30 en tiros entre ambos), y le dejaron el partido en bandeja a Rondo, para que lo sentenciara de forma justa y merecida.

Este partido, pase lo que pase, ya forma parte de la historia de las Finales de la NBA, y no sólo por el récord de Ray Allen -nunca nadie había anotado tantos triples en un partido de las finales-. Ha sido un encuentro tan jugoso y vistoso como intenso y mágico; definitivamente, ha sido un encuentro de Baloncesto.


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