Posteado por: vilares | 1 julio 2010

El verano más importante de la historia


Años de espera nos han llevado, por fin, al 1 de julio de 2010. Esta fecha estaba marcada con rotulador y bolígrafo en los calendarios de todos los General Managers de la NBA, así como por un montón de aficionados. Hoy, después de años esperando por él, LeBron James se ha convertido en agente libre, y le acompañan nombres como Dwyane Wade, Chris Bosh, Dirk Nowitzki, Paul Pierce, Amar’e Stoudemire o Joe Johnson.

Hace dos o tres años parecía que, como casi todos los movimientos de mercado tan cacareados, el verano de 2010 sería un globo hinchado por la prensa y lo más gordo que pasaría serían los Knicks sobrepagando a algún cuatro de poca monta. Pero los acontecimientos se han sucedido para provocar un mercado de agentes libres decisivo para el futuro a corto, medio y largo plazo de la NBA. Y la razón principal es sencilla: LeBron James tiene posibilidades reales de cambiar de equipo. Se puede discutir sin llegar a un acuerdo sobre si es el mejor jugador del mundo o no; como mucho, hasta el peor de sus haters le situaría en la segunda posición. De lo que no hay dudas es de que es el jugador más importante de toda la NBA y el que marcará el futuro del próximo lustro de la liga.

En pocas ocasiones el mejor jugador de la liga sale al mercado con libertad. El último precedente similar es Shaquille O’Neal firmando por Los Angeles Lakers en 1996, todavía en plena ‘era Jordan’. De hecho, sólo ese verano puede ser comparable a este 2010: además de O’Neal, Jordan, Payton y Mourning fueron agentes libres, así como otros jugadores Mutombo, Reggie Miller, Rodman o Tim Hardaway. De entre todos ellos, sólo Shaqulle y Mutombo cambiaron de aires. Kobe Bryant también fue agente libre en 2004, después de la final perdida contra los Detroit Pistons, aunque de forma un poco postiza, y terminó renovando por Los Angeles. Ese fue el verano en el que Shaquille y Phil Jackson salieron de la franquicia, tras la tensión de la temporada de los cuatro magníficos y la humillación encajada en Detroit. También Tim Duncan salió al mercado en 2000 y, aunque estuvo cerca de acabar en Orlando, renovó por San Antonio.

Todos estos nombres ilustran perfectamente la magnitud de estos días. Tal y como está configurado el mercado, lo primero será ver el destino de LeBron James, y a partir de ahí muchas franquicias y jugadores adaptarán sus movimientos a la coyuntura. Mientras los Cavs están cerca de firmar a Byron Scott como entrenador jefe, Wade intenta convencer a Bron de que le acompañe en Miami y Knicks y Nets explican sus razones de mercado para superestrellas. Mavs y Clippers también están en la carrera, parece que algo por detrás, justo un poco por delante del resto de equipos de la liga. En cualquier caso, en estas semanas de agitación es difícil distinguir el rumor-grano del rumor-paja.

Así, excepto los que parece que renovarán por sus franquicias (Wade, Nowitzki, Pierce), el resto de jugadores esperará el movimiento de LeBron. Algunos lo harán para encontrar el destino más competitivo posible, quizá contando con James a su lado, y otros buscarán  la máxima cantidad de millones posible por parte de alguna franquicia despechada. Y lo cierto es que hay muchos huecos que llenar y muchos millones que repartir a no tantas manos; más de uno saldrá con las manos en los bolsillos y cara de circunstancias. De momento, sólo nos queda esperar hasta que cada pieza empiece a realizar sus jugadas.

Posteado por: vilares | 23 junio 2010

Campeón entre campeones

Cualquier lector de este blog se habrá enterado ya de que Los Angeles Lakers han sido nombrados oficiosamente como mejor equipo del mundo. Aunque la NBA huye de esta mención desde hace unos cuantos años para que no se le atribuya algún sentimiento de superioridad impostada que haría daño a su imagen fuera de los States, todos sabemos que no hay nada más allá del campeón de la NBA., por mucha selección que se reúna en verano. Y los Lakers han llegado a ese estadio por segunda temporada consecutiva.

El séptimo partido tuvo todos los ingredientes exigibles al choque decisivo de una competición: intensidad, emoción y el nivel. El tercer ingrediente es discutible porque el Game 7 fue un partido de muchos fallos y de numerosas malas decisiones. Lo más sangrante fue el 36% en tiros de campo combinado entre los dos equipos y la bajísima anotación que conllevó este porcentaje, maquillada por los trepidantes últimos minutos (66-64 estaba la cosa a seis minutos de que acabara el partido). Pero estos errores llegaron sobre todo porque, como durante toda la serie, las defensas dominaron a los ataques. Y en este séptimo encuentro vimos algunos de los momentos defensivos más grandes de esta serie, que probablemente sea recordada a lo grande dentro de 20 años.

El naufragio de Bryant casi ahoga a Los Angeles

El partido del jueves fue el peor de todos los que ha jugado Kobe Bryant en esta final de la NBA, y probablemente sea el menos acertado de las cinco finales que ha ganado el 24 de oro. Bryant estuvo incómodo desde el principio gracias a la exhibición defensiva de los Celtics en el primer cuarto. Sin Kendrick Perkins, con una lesión seria en la rodilla, Boston salió a ahogar a Bryant, Gasol y Bynum en cuanto amenazasen el aro. En el momento en que los interiores bajaban el balón al suelo, el poste de Boston del lado débil realizaba el dos por uno y el exterior de ese mismo lado ejecutaba la segunda ayuda sobre el interior sin balón. Los Celtics evitaron muchas canastas interiores y, sobre todo, incomodaron muchísimo a Gasol y Bynum; a cambio, concedieron muchos rebotes ofensivos que mantuvieron a Los Angeles en el partido.

Cuando Kobe recibía un aclarado, Ray Allen (impresionante trabajo defensivo durante toda la final) recibía la ayuda, normalmente, de otro jugador exterior que solía ser Paul Pierce. El resto de defensores flotaban para evitar el primer pase de la circulación de balón. Bryant es el baloncestista del planeta con más posibilidades para sobrevivir a una defensa así. El jueves, sin embargo, no consiguió anotar ninguno de sus clásicos tiros circenses que fulminan al rival sin merecerlo. Kobe fue incapaz de anotar y esta incapacidad le introdujo en una dinámica de errores y de ansiedad en sus decisiones. Como jugador más importante de Los Angeles Lakers, el equipo se quedó tan preocupado como Bryant por no poder superar a la defensa de Boston. No reaccionaban.

Así fue hasta el último cuarto. Cuando llegó el final del encuentro también llegó Pau Gasol al ataque de los Lakers. Lo buscaron, lo encontraron y lo notaron. La defensa de Boston ya no era tan agresiva como en el primer periodo -buen momento para recordar que éste era el 106º partido de Boston en esta temporada y el 105º de Lakers- y, aunque Wallace hacía lo que podía, que no era poco, Gasol consiguió ventajas y puntos desde el interior. Además, Kobe se las apañó para anotar 10 puntos en este periodo, aun sin jugar bien; las cosas de los genios.

Sin velocidad tampoco estaba Ray Allen

Los Celtics tuvieron los mismos problemas de toda la serie en ataque estático. La defensa de los Lakers, una vez más, dificultó muchísimo la circulación de balón y Ray Allen tampoco apareció para castigar la teórica lentitud de Derek Fisher. Allen ha completado una serie muy mala en el tiro exterior y por ahí se le han ido muchas opciones a los Celtics. Si exceptuamos el partido del récord, ha hecho un 4 de 30 en triples en esta serie, y lógicamente el ataque estático de Boston lo ha pagado. De entre todas las explicaciones posibles al rendimiento de Allen en la serie, la más razonable parece el desgaste sufrido en defensa con Bryant. Hay que destacar que Allen no se ha desconectado del juego por muchos tiros que fallase y que ha seguido aportando a Boston.

En el Game 7, Boston buscó las soluciones a su ataque estático mediante los ataques rápidos, como acostumbró durante toda la serie. Empezaron con acierto porque en el primer periodo consiguieron que los Lakers no pasasen de un ritmo de anotación muy bajo que facilita los contraataques. Cuando el juego era frenado, soluciones mayoritariamente individuales, como los aclarados en el poste bajo para Garnett y Wallace o los sistemas para que Pierce y Allen recibieran/tirasen desde el exterior. Todo ello con Rondo comandando con la maestría que le ha caracterizado en sus grandes momentos de estos Playoffs.

El gran problema llegó en el cuarto definitivo. Los Lakers se centraron en subir exponencialmente el nivel de su agresividad exterior en defensa, empezando por negar las líneas de pase -quizá lo más destacable de la defensa angelina durante la final, aparte del poderío interior- y terminando por sobrecargar la defensa del hombre con balón en los bloqueos directos, para impedir la penetración y dificultar el pase. La circulación de balón de los verdes quedó prácticamente desactivada y, con ella, sus opciones de ganar el partido, la serie y el anillo. Ni siquiera las acciones esporádicas desde el talento individual (bien Allen en esos momentos) y la traca final de triples sirvieron para que el campeonato viajara de vuelta a la Costa Este.

La batalla por la continuidad

En una serie en la que las defensas han dominado por completo a los ataques, cada posibilidad de transición rápida era un tesoro. En estas condiciones, encadenar una buena racha de defensas no sólo equivale a evitar que el equipo rival anote, sino también a aumentar tus propias opciones para anotar. Así, es más probable que un equipo adquiera pequeñas ventajas en el marcador, pero también lo es el dominio alterno dentro de la igualdad absoluta, rasgo característico de esta serie. Ambos equipos necesitaron del oxígeno de la velocidad durante esta final, pero especialmente los Boston Celtics. Al fin y al cabo, los Lakers contaban con la superioridad física dentro de la zona y con el anotador más talentoso del mundo.

Los Celtics empezaron dominando en este séptimo partido, pero una racha de Ron Artest en el segundo cuarto equilibró el marcador. De nuevo se fue Boston al final del primer tiempo y refrendaron su ventaja en el incio del tercer periodo; y fueron los Lakers los que encontraron la continuidad determinante en el final del partido. De los 70 puntos que los Celtics anotaron antes de los últimos 90 segundos, excluidos por su inherente anomalía, sólo 23 llegaron tras una canasta de Los Angeles en la posesión anterior.

Banquillos anulados

La manida diferencia entre los jugadores de banquillo de ambos equipos se vio neutralizada en el último partido. Los suplentes de Boston, claves en tantas ocasiones, sólo jugaron 31 de los 240 minutos disponibles, con seis puntos anotados. La baja de Perkins obligó a Wallace a salir como titular, dejando al banquillo céltico sin uno de sus grandes activos. Pero no fue sólo la baja de Perkins: Pierce jugó 46 minutos, por los 45 de Ray Allen y Rajon Rondo. La presencia de Tony Allen y Nate Robinson en el partido fue irrelevante y probablemente lo pagaron los pulmones de los tres titulares. Paradójicamente, fue justo el partido más importante de la temporada el elegido por Doc Rivers para desconfiar de uno de los aspectos en los que Boston partía con superioridad teórica.

El genuino RonRon

Ron Artest fue en el séptimo partido el actor secundario que gana tanto peso en la trama que se convierte en el favorito de la audiencia. Estaba pasando inadvertido en ataque durante la serie, con más intervenciones para mal que para bien, pero con la gran virtud de su notable desempeño defensivo sobre Pierce. El jueves, sin embargo, cobró protagonismo en ataque como elemento extra sin descuidar la calidad de su defensa. Artest fue clave en un par de momentos de reencuentro entre los Lakers y el marcador, además de ser una presencia importante en el rebote de ataque. Y para darle el broche adecuado a su partido, anotó también un triple clave en el minuto y medio final. Fue exactamente lo que esperaban Los Angeles Lakers cuando le ficharon hace un año.

Esto han sido las finales de 2010. Nos han dejado al ganador más justo, al derrotado más grande posible y a un MVP discutible pero meritorio. La NBA deja paso ahora a una de las offseasons más importantes de la historia reciente del torneo.

Posteado por: vilares | 16 junio 2010

Dinamita dorada

El sol californiano le ha sentado divinamente a Los Angeles Lakers. Ha sido llegar al Staples Center y barrer de la pista a los Boston Celtics, en el partido -otra vez- más desigualado de toda la final. Un resultado de bulto que se veía venir desde el minuto uno. Era una opción relativamente probable que los de oro y púrpura salieran a marcar el territorio y se encontraran con un rival poco preparado para la batalla, con el pensamiento de que todavía tienen una bala en la recámara. Los Lakers han arrollado y los Celtics han opuesto una tímida resistencia.

La clave ha sido el colosal nivel defensivo de Los Angeles. Empezaron con mucha agresividad exterior, sobre todo en los dos por dos, impidiendo el ataque de fuera hacia dentro de Boston. Cuando los Celtics cambiaron un poco la situación, se encontraron con que los Lakers le habían blindado la zona. A la vez, mantuvieron una actividad altísima en la defensa de las líneas de pase que colapsó el ataque estático de los verdes. La solución habitual, las transiciones rápidas, no tuvieron lugar porque los Lakers también dominaban en el otro lado de la cancha, gracias a los desequilibrios generados por el trío Kobe-Gasol-Bynum. Artest apareció para aprovecharse con éxito de estas situaciones y, cuando no, siempre quedaba el rebote, dominado con tiranía por los de Phil Jackson.

Ante semejante panorama, los Lakers ya lideraban por diez puntos en el primer cuarto y seguían sumando con constancia. Para Boston, la única solución posible en ataque era la inspiración de sus mejores jugadores, y el único que alcanzó cierto brillo fue Paul Pierce. En el lado opuesto, hay que destacar el 1/8 en tiros de campo con el que llegó Rajon Rondo al descanso. Ni siquiera el banquillo, habitual parecela de dominio céltico, ha estado de su lado esta noche. Odom ha seguido en su dinámica de irregularidad regular (en esta serie: mal-mal-bien-mal-mal-bien) y ha hecho un encuentro sólido, acompañado por la exhuberancia de Shannon Brown, la inhabitual agresividad de Farmar y el acierto exterior de Vujacic. El banquillo bostoniano, en cambio, llegó con cero puntos anotados al descanso.

Con veinte puntos de ventaja, el tercer cuarto se convirtió en un intercambio de golpes leves entre los dos equipos. Los Celtics se dedicaban a mantener las apariencias mientras que los Lakers pensaban en lucir más y mejor, sin preocuparse ninguno de los dos por el resultado. El partido se había acabado mucho tiempo atrás. Lo demás fue ver a Gasol jugueteando con el triple-doble, aun sin la chispa de los dos primeros partidos de la serie y con problemas para anotar en el poste, o a DJ Mbenga sumando otro partido disputado en una final de la NBA.

Todo llevaba un rato listo para el séptimo partido. Desgraciadamente, es posible que el partido definitivo de la final se vea duramente determinado por las lesiones. Ahora mismo, la participación de los dos pívots titulares de la final está en el aire. Bynum probablemente juegue; lleva haciéndolo durante casi todos los Playoffs y no querrá perderse el partido más importante. La cuestión está en saber los minutos que podrá disputar y la calidad de los mismos. Hoy parecía estar en condiciones aceptables, hasta que se fue al vestuario a poco de comenzar el tercer periodo. En Boston, Kendrick Perkins se ha lesionado en el primer cuarto del partido. Su rodilla parece haber sufrido un esguince y mañana será explorada en profundidad.

El físico, indiscutiblemente determinante en cualquier deporte profesional, puede marcar de la peor manera una cita para la historia. Sólo será la tercera vez en los últimos veinte años que la final se decida en el séptimo partido, y lo hace en una serie que enfrenta a las dos franquicias con más títulos de la competición, campeonas también de los dos últimos. El del jueves será el partido con más alicientes que se haya jugado en la NBA en la última década.

Posteado por: vilares | 14 junio 2010

Ventaja Verdadera


Después de ventajas morales, de robos de factor-cancha y demás aspectos más o menos tangibles, hoy los Boston Celtics han tomado por fin la iniciativa en el marcador de la final de la NBA. El 92-86 de hoy es un 3-2 que deja la serie en una situación poco habitual en las NBA Finals. En los últimos quince años, el equipo que partía con el factor-cancha en contra, sólo llegó al sexto partido con un 3-2 a favor en dos ocasiones: primero lo hicieron los Bulls de Jordan, en 1998 contra Utah Jazz, y resolvieron en el sexto encuentro en un final que forma parte de los libros dorados de la historia del baloncesto; el otro caso son los Miami Heat de 2006, que se presentaron en el sexto partido en Dallas con una victoria de ventaja y también sentenciaron el campeonato sin esperar al séptimo.

Junto al inicial, el partido de hoy ha sido el más desequilibrado de toda la serie. Los Celtics han jugado mucho mejor que los Lakers durante los 48 minutos, pero, pese a su superioridad manifiesta, nunca han pasado de los once puntos de ventaja. Kobe Bryant ha completado una actuación primorosa que ha servido para que los Lakers no viajen a Los Angeles pensando en lo lejos que se quedaron de los Celtics en el último partido o en la contundencia del marcador. Hoy los Lakers no se han llegado a marchar del partido, por muchos méritos que hayan hecho durante el mismo.

Lo cierto es que el partido de Los Angeles Lakers ha sido tristísimo. El inicio ya indicaba muchos problemas en ataque estático, sin conseguir las ventajas que necesitaban en el interior, sin fluidez en la circulación de balón y, salvo Fisher, con poco acierto en los tiros, normalmente bien defendidos. En esta fase del partido fueron los rebotes ofensivos los que mantuvieron a los Lakers en la brecha, sumados a las pérdidas de los Celtics. En Boston, Garnett y Pierce tomaron pronto la iniciativa, mientras Rondo buscaba las transiciones rápidas. La clave en este lado de la cancha ha sido Paul Pierce: el 34 de Boston ha realizado un partido excelente, con muchísimo acierto en el tiro de media distancia, dominando a sus defensores y hasta buscando las penetraciones. Cuando The Truth toma su papel como gran generador de juego de los Boston Celtics, su ataque estático adquiere una dimensión muy difícil de anular.

La tónica del partido no varió especialmente en el segundo cuarto. El banquillo de Boston volvió a aparecer con efectividad -lógicamente, sin ser tan determinante como en el cuarto- pero la superioridad de Boston no se transformaba en ventajas cómodas en el marcador. Fue en el tercer cuarto cuando alcanzaron las máximas, justo a la vez que Kobe Bryant, no muy acertado en la primera parte, iniciaba un antológico espectáculo de anotación: el escolta Laker anotó los primeros 19 puntos del equipo púrpura en el cuarto. Pongan el nombre de cualquiera de los equipos que mejor han defendido en la historia de este juego: ninguno habría tenido respuesta para esta demostración de talento. Es casi imposible buscar precedentes a la habilidad de Kobe para generarse espacios milimétricos sobre los que encestar suspensiones incomprensibles.

Pero éste no era el plan de Los Angeles Lakers para el tercer cuarto. Empezaron buscando situaciones de uno contra uno para Pau Gasol en el poste bajo, de la forma más rápida posible y casi continuamente. Gasol había tenido una primera parte discretísima y, con Bynum en la cuerda floja, para los Lakers era fundamental activar al español. Pau se llevó un tapón de Kevin Garnett en el primer uno contra uno que se jugó y, si su actuación ya había empezado mal, terminó peor. Su tercer cuarto fue lamentable y el motivo principal del Kobeball. A la vez, su partido ha sido un reflejo de lo que ha sido la actuación Laker este domingo. El mejor partido de Bryant en la serie ha coincidido con el peor de los Lakers, y esta vez no parecen hechos relacionados.

En Boston todas las piezas han funcionado, aunque ninguno lo haya hecho con la excelencia de Pierce. Allen ha estado buscando y encontrando por la zona a Derek Fisher -durísimo el duelo que están manteniendo estos dos en cada partido, bloqueo tras bloqueo-, Garnett ha vuelto a anotar con cierta facilidad en el poste bajo y Rondo, pese a muchos errores en la ejecución (siete pérdidas de balón), ha llevado bien el ritmo del choque y ha atacado convenientemente el aro. Su contribución decisiva fueron dos robos de balón consecutivos y un increíble palmeo en rebote ofensivo que parecían dejar el encuentro cerrado; a la postre, no se terminó hasta que el propio Rondo anotó una canasta maravillosa en el último minuto, con recepción footballera de Pierce para asistir casi fuera del campo a la ejecución eléctrica del base bajo el aro. Difícil imaginar una manera más bella de salir de una presión a toda la cancha.

El martes tendremos sexto partido. Los Celtics llegan con la ventaja en el marcador, con el precedente de 2008 y del segundo partido, y con dos oportunidades para ganar el título; los Lakers cuentan con dos partidos en casa para ganar el anillo. Boston tiene en esta postemporada un espectacular balance de seis victorias y cuatro derrotas lejos del Garden; los Lakers han ganado nueve de los diez partidos que han jugado en el Staples en esta temporada. Los Celtics han ganado las once finales que han llegado a liderar 3-2; Phil Jackson ha ganado las 47 series en las que sus equipos han ganado el primer partido. Tanto en la cancha como en los papeles, los dos equipos ofrecen razones de peso para justificar cualquier desenlace.

Posteado por: vilares | 11 junio 2010

Sospechosos poco habituales

Cuando Glen Davis y Nate Robinson llegaron a los Celtics -el primero, en la segunda ronda del draft; el segundo, en un traspaso en febrero, cuando los Celtics parecían un equipo caducado-, era difícil pensar que serían determinantes en un partido de las finales de la NBA. Por estas maravillas que nos ofrece a veces la vida, que tampoco hay que adjudicarle la exclusividad al baloncesto o siquiera al deporte, hoy han empatado la serie entre Celtics y Lakers. 96-89 en el Garden, 2-2 en el global y un quinto partido apasionante para el domingo.

Big Baby ha debido de jugar esta noche en medio de una especie de trance espiritual. Después del partido ha declarado que se sentía como una bestia, como si nadie pudiera pararlo en la pintura desde sus dos metros pelados. Davis ha sido el sustento anotador de los Celtics durante los 22 minutos que ha estado en cancha. Ha anotado en tiros medianos asistidos, en uno por uno al poste bajo, en continuaciones y, sobre todo, tras rebote ofensivo. Por el rebote se ha desangrado hoy el equipo de Phil Jackson, sobre todo por los 16 ofensivos que han concedido en su zona. Davis ya contribuyó para sacar a su equipo del atolladero en el segundo cuarto, pero fue en el último periodo, con nueve puntos, cuando inscribió su nombre a fuego en el recuerdo de este partido.

En ese momento del cuarto final en el que el partido se desequilibraba, los jugadores de Boston Celtics dieron un importantísimo paso hacia adelante. Si bien Davis fue el más importante, Nate Robinson, su velocidad y su capacidad para dinamitar marcajes fueron claves para la victoria céltica. Robinson es una muestra más de un profesional discutido que lo deja todo aparte cuando ve el anillo y su gloria en el horizonte. Estaba totalmente fuera del equipo bien mediados los Playoffs, cuando un enorme segundo periodo en el último partido contra Orlando le devolvió a la cancha. Y, tanto aquel día como desde entonces, su actitud ha sido ejemplar.

Para completar la machada del banquillo, Tony Allen y Sheed, mal en ataque y grandes en defensa, anotaron dos tiros vitales cuando Boston les necesitó. Y en medio de todos estaba Ray Allen, que se liberó de las trece losas del martes para anotar un par de tiros importantes y, sobre todo, dotar de serenidad a los Celtics en medio de tanta pasión. Dos detalles que ha dejado el partido para reflejar el carácter de Sugar Ray: el primero, cuando, en el momento de la foto que ilustra esta entrada, Allen caminaba al lado de los dos protagonistas con una expresión seria, de pura concentración; el segundo, la bronca a Nate Robinson en el banquillo después de que recibiera una técnica por encararse con Lamar Odom.

Todo esto ha sucedido por muchas razones. Una de ellas, la más preocupante para los Lakers, es la lesión de Andrew Bynum. El pívot angelino sólo ha podido jugar 12 minutos en todo el partido debido a sus problemas en la rodilla. Le va a venir bien el día extra de descanso que hay hasta el domingo, pero no tenía buena pinta. Y los Lakers podrían haberse permitido la baja ocasional de Bynum en las tres series anteriores, contra equipos mucho más débiles en la pintura; ante estos Celtics de Garnett, Perkins, Davis y Wallace, la ausencia del center es dramática para Los Angeles. Hoy se ha visto que Lamar Odom, especialmente en el Garden, sufre mucho cuando la zona se lucha de forma tan encarnizada. Y Gasol también necesita un compañero que le descargue de trabajo, igual que a Kobe le viene mejor otra referencia interior que fije un defensor más en la zona.

Garnett, Rondo y Pierce han sido espectadores de la victoria de su equipo en el último cuarto. Pierce fue quien lideró el inicio del partido, por fin inspirado, con 11 puntos en el primer cuarto, y fue el que consolidó la ventaja que había creado el banquillo y cerró el choque; Garnett impidió que los Lakers se fueran en el marcador en el tercer periodo, con una reacción de carácter y talento que sólo él puede ofrecerle al Garden; y Rondo ha seguido en su línea discontinua del tercero. No era el día de estos tres. Ni siquiera el de Kobe Bryant, que ha disfrutado de un par de rachas anotadoras de las que le emparentan instantáneamente con Michael Jordan y que le dieron la iniciativa en el marcador a Los Angeles.

Hoy era el día de un chaval de Louisiana al que un día alguien empezó a llamar Big Baby. Es imposible que un apodo defina mejor a alguien. Es imposible que hoy haya alguien más feliz que él en todo el planeta basket.

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