Cualquier lector de este blog se habrá enterado ya de que Los Angeles Lakers han sido nombrados oficiosamente como mejor equipo del mundo. Aunque la NBA huye de esta mención desde hace unos cuantos años para que no se le atribuya algún sentimiento de superioridad impostada que haría daño a su imagen fuera de los States, todos sabemos que no hay nada más allá del campeón de la NBA., por mucha selección que se reúna en verano. Y los Lakers han llegado a ese estadio por segunda temporada consecutiva.
El séptimo partido tuvo todos los ingredientes exigibles al choque decisivo de una competición: intensidad, emoción y el nivel. El tercer ingrediente es discutible porque el Game 7 fue un partido de muchos fallos y de numerosas malas decisiones. Lo más sangrante fue el 36% en tiros de campo combinado entre los dos equipos y la bajísima anotación que conllevó este porcentaje, maquillada por los trepidantes últimos minutos (66-64 estaba la cosa a seis minutos de que acabara el partido). Pero estos errores llegaron sobre todo porque, como durante toda la serie, las defensas dominaron a los ataques. Y en este séptimo encuentro vimos algunos de los momentos defensivos más grandes de esta serie, que probablemente sea recordada a lo grande dentro de 20 años.
El naufragio de Bryant casi ahoga a Los Angeles
El partido del jueves fue el peor de todos los que ha jugado Kobe Bryant en esta final de la NBA, y probablemente sea el menos acertado de las cinco finales que ha ganado el 24 de oro. Bryant estuvo incómodo desde el principio gracias a la exhibición defensiva de los Celtics en el primer cuarto. Sin Kendrick Perkins, con una lesión seria en la rodilla, Boston salió a ahogar a Bryant, Gasol y Bynum en cuanto amenazasen el aro. En el momento en que los interiores bajaban el balón al suelo, el poste de Boston del lado débil realizaba el dos por uno y el exterior de ese mismo lado ejecutaba la segunda ayuda sobre el interior sin balón. Los Celtics evitaron muchas canastas interiores y, sobre todo, incomodaron muchísimo a Gasol y Bynum; a cambio, concedieron muchos rebotes ofensivos que mantuvieron a Los Angeles en el partido.
Cuando Kobe recibía un aclarado, Ray Allen (impresionante trabajo defensivo durante toda la final) recibía la ayuda, normalmente, de otro jugador exterior que solía ser Paul Pierce. El resto de defensores flotaban para evitar el primer pase de la circulación de balón. Bryant es el baloncestista del planeta con más posibilidades para sobrevivir a una defensa así. El jueves, sin embargo, no consiguió anotar ninguno de sus clásicos tiros circenses que fulminan al rival sin merecerlo. Kobe fue incapaz de anotar y esta incapacidad le introdujo en una dinámica de errores y de ansiedad en sus decisiones. Como jugador más importante de Los Angeles Lakers, el equipo se quedó tan preocupado como Bryant por no poder superar a la defensa de Boston. No reaccionaban.
Así fue hasta el último cuarto. Cuando llegó el final del encuentro también llegó Pau Gasol al ataque de los Lakers. Lo buscaron, lo encontraron y lo notaron. La defensa de Boston ya no era tan agresiva como en el primer periodo -buen momento para recordar que éste era el 106º partido de Boston en esta temporada y el 105º de Lakers- y, aunque Wallace hacía lo que podía, que no era poco, Gasol consiguió ventajas y puntos desde el interior. Además, Kobe se las apañó para anotar 10 puntos en este periodo, aun sin jugar bien; las cosas de los genios.
Sin velocidad tampoco estaba Ray Allen
Los Celtics tuvieron los mismos problemas de toda la serie en ataque estático. La defensa de los Lakers, una vez más, dificultó muchísimo la circulación de balón y Ray Allen tampoco apareció para castigar la teórica lentitud de Derek Fisher. Allen ha completado una serie muy mala en el tiro exterior y por ahí se le han ido muchas opciones a los Celtics. Si exceptuamos el partido del récord, ha hecho un 4 de 30 en triples en esta serie, y lógicamente el ataque estático de Boston lo ha pagado. De entre todas las explicaciones posibles al rendimiento de Allen en la serie, la más razonable parece el desgaste sufrido en defensa con Bryant. Hay que destacar que Allen no se ha desconectado del juego por muchos tiros que fallase y que ha seguido aportando a Boston.
En el Game 7, Boston buscó las soluciones a su ataque estático mediante los ataques rápidos, como acostumbró durante toda la serie. Empezaron con acierto porque en el primer periodo consiguieron que los Lakers no pasasen de un ritmo de anotación muy bajo que facilita los contraataques. Cuando el juego era frenado, soluciones mayoritariamente individuales, como los aclarados en el poste bajo para Garnett y Wallace o los sistemas para que Pierce y Allen recibieran/tirasen desde el exterior. Todo ello con Rondo comandando con la maestría que le ha caracterizado en sus grandes momentos de estos Playoffs.
El gran problema llegó en el cuarto definitivo. Los Lakers se centraron en subir exponencialmente el nivel de su agresividad exterior en defensa, empezando por negar las líneas de pase -quizá lo más destacable de la defensa angelina durante la final, aparte del poderío interior- y terminando por sobrecargar la defensa del hombre con balón en los bloqueos directos, para impedir la penetración y dificultar el pase. La circulación de balón de los verdes quedó prácticamente desactivada y, con ella, sus opciones de ganar el partido, la serie y el anillo. Ni siquiera las acciones esporádicas desde el talento individual (bien Allen en esos momentos) y la traca final de triples sirvieron para que el campeonato viajara de vuelta a la Costa Este.
La batalla por la continuidad
En una serie en la que las defensas han dominado por completo a los ataques, cada posibilidad de transición rápida era un tesoro. En estas condiciones, encadenar una buena racha de defensas no sólo equivale a evitar que el equipo rival anote, sino también a aumentar tus propias opciones para anotar. Así, es más probable que un equipo adquiera pequeñas ventajas en el marcador, pero también lo es el dominio alterno dentro de la igualdad absoluta, rasgo característico de esta serie. Ambos equipos necesitaron del oxígeno de la velocidad durante esta final, pero especialmente los Boston Celtics. Al fin y al cabo, los Lakers contaban con la superioridad física dentro de la zona y con el anotador más talentoso del mundo.
Los Celtics empezaron dominando en este séptimo partido, pero una racha de Ron Artest en el segundo cuarto equilibró el marcador. De nuevo se fue Boston al final del primer tiempo y refrendaron su ventaja en el incio del tercer periodo; y fueron los Lakers los que encontraron la continuidad determinante en el final del partido. De los 70 puntos que los Celtics anotaron antes de los últimos 90 segundos, excluidos por su inherente anomalía, sólo 23 llegaron tras una canasta de Los Angeles en la posesión anterior.
Banquillos anulados
La manida diferencia entre los jugadores de banquillo de ambos equipos se vio neutralizada en el último partido. Los suplentes de Boston, claves en tantas ocasiones, sólo jugaron 31 de los 240 minutos disponibles, con seis puntos anotados. La baja de Perkins obligó a Wallace a salir como titular, dejando al banquillo céltico sin uno de sus grandes activos. Pero no fue sólo la baja de Perkins: Pierce jugó 46 minutos, por los 45 de Ray Allen y Rajon Rondo. La presencia de Tony Allen y Nate Robinson en el partido fue irrelevante y probablemente lo pagaron los pulmones de los tres titulares. Paradójicamente, fue justo el partido más importante de la temporada el elegido por Doc Rivers para desconfiar de uno de los aspectos en los que Boston partía con superioridad teórica.
El genuino RonRon
Ron Artest fue en el séptimo partido el actor secundario que gana tanto peso en la trama que se convierte en el favorito de la audiencia. Estaba pasando inadvertido en ataque durante la serie, con más intervenciones para mal que para bien, pero con la gran virtud de su notable desempeño defensivo sobre Pierce. El jueves, sin embargo, cobró protagonismo en ataque como elemento extra sin descuidar la calidad de su defensa. Artest fue clave en un par de momentos de reencuentro entre los Lakers y el marcador, además de ser una presencia importante en el rebote de ataque. Y para darle el broche adecuado a su partido, anotó también un triple clave en el minuto y medio final. Fue exactamente lo que esperaban Los Angeles Lakers cuando le ficharon hace un año.
Esto han sido las finales de 2010. Nos han dejado al ganador más justo, al derrotado más grande posible y a un MVP discutible pero meritorio. La NBA deja paso ahora a una de las offseasons más importantes de la historia reciente del torneo.